sábado, 14 de abril de 2018

El peso de la conciencia

Torre de la iglesia de San Lorenzo

Suena una campanada.

—Puedes elegir entre el oro y el plomo.

El plomo de la pistola que se le clava en las costillas o el oro que ese hombre embozado le ha ofrecido al albañil Esteban Pérez, tras despertarle de madrugada, por hacer un sencillo trabajo: construir un muro en su sótano.

Pero ahora Esteban puede ver que, tras ese muro, quedará encerrada una mujer.

Una bala pesa nueve gramos. Nueve gramos de muerte que le obligan a ejecutar su tarea.

Suena una campanada.

El hombre vuelve a vendarle los ojos, suben de nuevo al carruaje y el albañil es devuelto a su casa. Las monedas con que ha sido recompensado le pesan en el bolsillo.

Esteban intenta dormir. El peso del plomo y el peso del oro no equilibran la balanza del peso de su conciencia.

El juez de guardia le pregunta por la casa del sótano. Esteban únicamente recuerda las campanadas, una cada cuarto de hora. Solo la iglesia de San Lorenzo tañe los cuartos. Eso fue lo que la salvó.

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